Tarde de cine
Hoy me fui al cine. Sola. Y aunque mi madre y mi hermana lo hagan, no es algo para sorprenderse. Siempre tuve ganas de ir sola y nunca había ido, y ahora tengo mucho tiempo libre así que debía hacerlo. Creo que empezaré a ir más a menudo.
De camino al cine me di cuenta de que la música le da otro color a las cosas.
Fui, me saqué mi entrada: una para la cuatro, y esperé hasta que abrieron las puertas. Por un momento pensé que estaría sola en toda la sala porque cada vez tomó más forma la idea de que la gente ha abandonado los cines para siempre, y eso me dio muchísima pena; pero luego escuché a alguien más pedir una para la cuatro, un hombre un poco extraño que me llegó a dar un poco de miedo.
Luego comprobé que las únicas personas que estaban comprando entradas solitarias eran hombres mayores con pinta de solteros, así que por un momento me sentí como uno de ellos y me dio un poco de reparo.
Entré en la sala y dejé la puerta abierta, porque pensé que si el hombre extraño me hacía algo mis gritos se escucharían mejor así; bobada enorme, porque apenas había gente en todo el cine (por lo que nadie vendría a rescatarme) y porque el hombre era bastante mayor y medía una cabeza menos que yo (aunque nunca se sabe). Me senté y esperé.
Al terminar la película estaba tan emocionada que mis manos, en un acto reflejo, casi se golpean una contra otra para aplaudir, como se hacía antes, que es una costumbre que me encantaba y que como todo en estos tiempos se ha perdido; pero no lo hicieron. Así que me quedé con las ganas y otra vez me sentí apenada. Sólo éramos cuatro personas en la sala, las cuatro solas: dos hombres (de las características ya citadas), otra chica mayor que yo y yo. Al salir de allí, la otra chica me miró de forma cómplice no pasa nada por venir sola; le devolví la mirada.
Salí del cine con la cabeza elevada por encima de las nubes. Una sensación rara entre feliz y confundida. No sé si por la película, por los colores de la misma, por sus cejas, por el frío, por haber ido sola probablemente un poco por todo. No quise ni poner música porque me estaba encantando ese momento.
Paseé hasta que no pude aguantar más las ganas de un café. Estuve buscando durante mucho tiempo un sitio que no encontré, probablemente porque me lo había inventado, así que entré en otro como sustitutivo del primero que también me gusta mucho. Allí sentada me volví a emocionar mucho, esta vez por lo bien que me trataron, casi me muero de la rabia por no tener un boli y un papel a mano, y comprobé que a la mayoría de las señoras mayores les gusta el bitterkass. Luego fui al baño, al que por lo visto iban a parar todos los humos de la cocina, así que casi vomito del asco por salir de allí con mi ropa apestando a eso.
Me fui y seguí paseando otro rato. En un momento me sentí otra vez tan emocionada por algo, esta vez no sé el qué, que casi se me saltan las lágrimas; aunque al final no lo hicieron.
Todo era demasiado bonito y raro. Toda la tarde ha sido así.
De camino al cine me di cuenta de que la música le da otro color a las cosas.
Fui, me saqué mi entrada: una para la cuatro, y esperé hasta que abrieron las puertas. Por un momento pensé que estaría sola en toda la sala porque cada vez tomó más forma la idea de que la gente ha abandonado los cines para siempre, y eso me dio muchísima pena; pero luego escuché a alguien más pedir una para la cuatro, un hombre un poco extraño que me llegó a dar un poco de miedo.
Luego comprobé que las únicas personas que estaban comprando entradas solitarias eran hombres mayores con pinta de solteros, así que por un momento me sentí como uno de ellos y me dio un poco de reparo.
Entré en la sala y dejé la puerta abierta, porque pensé que si el hombre extraño me hacía algo mis gritos se escucharían mejor así; bobada enorme, porque apenas había gente en todo el cine (por lo que nadie vendría a rescatarme) y porque el hombre era bastante mayor y medía una cabeza menos que yo (aunque nunca se sabe). Me senté y esperé.
Al terminar la película estaba tan emocionada que mis manos, en un acto reflejo, casi se golpean una contra otra para aplaudir, como se hacía antes, que es una costumbre que me encantaba y que como todo en estos tiempos se ha perdido; pero no lo hicieron. Así que me quedé con las ganas y otra vez me sentí apenada. Sólo éramos cuatro personas en la sala, las cuatro solas: dos hombres (de las características ya citadas), otra chica mayor que yo y yo. Al salir de allí, la otra chica me miró de forma cómplice no pasa nada por venir sola; le devolví la mirada.
Salí del cine con la cabeza elevada por encima de las nubes. Una sensación rara entre feliz y confundida. No sé si por la película, por los colores de la misma, por sus cejas, por el frío, por haber ido sola probablemente un poco por todo. No quise ni poner música porque me estaba encantando ese momento.
Paseé hasta que no pude aguantar más las ganas de un café. Estuve buscando durante mucho tiempo un sitio que no encontré, probablemente porque me lo había inventado, así que entré en otro como sustitutivo del primero que también me gusta mucho. Allí sentada me volví a emocionar mucho, esta vez por lo bien que me trataron, casi me muero de la rabia por no tener un boli y un papel a mano, y comprobé que a la mayoría de las señoras mayores les gusta el bitterkass. Luego fui al baño, al que por lo visto iban a parar todos los humos de la cocina, así que casi vomito del asco por salir de allí con mi ropa apestando a eso.
Me fui y seguí paseando otro rato. En un momento me sentí otra vez tan emocionada por algo, esta vez no sé el qué, que casi se me saltan las lágrimas; aunque al final no lo hicieron.
Todo era demasiado bonito y raro. Toda la tarde ha sido así.
2 comentarios
Marquee_Moon -
ange sans ailes -
Esa es la magia, esa es la clave.
Me encanta pasear sola, ir al cine sola, tomar el café sola...¿y sabes por qué? Porque así me demuestro que sé ir sola por el mundo, que no dependes de nadie. Y que completamente sola también puedes sentirte bien contigo misma y ser feliz.
Te invito a que te des un regalito así más a menudo ;)
Un besazo!